6 jun 2010

El Punto de Apoyo


“Día increíble y noche maravillosa ¿no?” le dice Tommy a José, cuando están llegando a la cabaña de José en el bosque. Adentro, aunque no la noche no es muy fría, dos leños de quebracho arden en el hogar. Silvia baja la escalera, Tommy busca en la vieja y pequeña mochila North Face Mohawk. Saca dos sobres de doce centímetros de lado cada uno. Cada uno tiene un CD.

— Aquí están.

— ¿En serio? ¿Trajiste el de Brassens?

— Traje.

Segundos después, el maestro francés de la canción llena la cabaña con su música, con su voz, su humor. Brindis con cerveza negra. Demasiado fría para el gusto de Tommy. Tommy ya no toma alcohol. Ni siquiera cerveza, pero sabe cuándo hacer una excepción sin trasgredir los límites. Bromas, recuerdos de cada uno, Brassens los lleva a todos más allá del tiempo y el espacio. El pequeño Luc juega con sus juguetes. Algún día el recordará la primera vez que escuchó a Brassens, cuando un amigo de sus padres llevó un CD a su casa. José y Tommy salen a buscar cosas que hacen falta. Alguna fruta, queso sardo, tomates, quién sabe qué mas… y más cerveza, de la que Tommy se cuidará minuciosamente. De vuelta en casa. El wok está sobre las brasas, Silvia comienza a cocinar. Es su camino. Tallarines para tres, tarta de calabaza para uno. Tommy. Tiene un poco de huevo. Tommy es vegano. Otra excepción. Al día siguiente habrá purificación. Y por dos días siguientes al siguiente también. Taoísta loco. Pero esa locura lo mantiene sano y fuerte. Tal vez la locura no sea la de él. La buena comida de todos está condimentada por una alegría general. El todo es más que la suma de las partes. Hay que saberlo y no preguntarse por qué. Es así.

Charlar después de comer es parte de la comida. No sólo alimento es lo que se comparte. Se comparte la vida. Las historias de cada uno. Las memorias. Las bromas. Las diferencias de opiniones y puntos de vista, sin tratar de prevalecer sobre el otro. Todo está hilvanado por el hilo de la alegría. Los párpados de Silvia bajan sin que lo intente ¿Ustedes qué van a hacer? Me voy a dormir. Buenas noches Silvia, buenos sueños. Sube la escalera, el volumen de nuestras voces baja. El pequeño Luc arma un avión con bloquecitos. Su padre y el amigo siguen charlando. Usan las palabras para transmitir lo que está más allá de las palabras y el silencio.

— ¿Te acordás de El Monte Análogo?

— Siiiiii… uuuyy… lo leí hace tanto… ¡qué libro!

— Tengo el original en francés.

— ¿Lo tenés en francés?

— Lo tengo que rastrear en el ático. En cuanto lo encuentro lo traigo. Voy a ser tan egoísta que lo leo yo primero otra vez… se lee en un rato.

Más risas. Más impresiones compartidas. Más alegría, felicidad en lo que se percibe ¿Te das cuenta? ¿Todo lo que tenemos? ¿Mirá si hubiéramos nacido como rata en lugar de humanos? Podríamos haber sido esa rata que mataron hoy en el tacho de basura aplastándole la cabeza con el pedazo de quebracho. La alegría está en cada cosa que vemos. El fuego en el hogar. La pared de ladrillos. El pequeño Luc jugando. El perro que está afuera, a lado de la puerta… ¿te das cuenta? Nos damos cuenta. Encontramos el punto de apoyo para ser feliz. Ser feliz sin causa.

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