Según un dicho, lo más importante de una ventana es lo que se ve por ella. Muchos estarán de acuerdo que en un lugar frío, en invierno, también es importante que cierre y aísle bien. Creo que todos coincidimos en que lo más importante es lo que se ve por ella. No importa en cuál de las cuatro estaciones, mirar por la ventana es algo especial. Despertarse en la mañana, y ver si el día es soleado o nublado, si hay viento o no… tomamos contacto con el mundo el mundo exterior al verlo. Lo más importante es lo que se ve por ella. No sólo al comenzar el día. En cualquier momento —si hacemos una pausa en el trabajo por ejemplo— mirar por la ventana y ver algo agradable, nos descansa. Mirar afuera refresca la mente.
Los ojos, se dice, son las ventanas del alma, o del espíritu, o de la mente. Al mirar por la ventana de la habitación en la que estemos, en realidad no miramos con los ojos. Miramos con la mente. Los ojos son como la ventana, la mente como la habitación en la que estamos. Fuera de la habitación hay un paisaje, tal vez una calle, pasan personas, animales, vehículos. Un pájaro se posa en la rama de un viejo pino, el viento mueve la rama. Nosotros observamos eso. Lo que vemos por la ventana está fuera de la habitación. Si pasa un auto, el humo del escape está afuera. Si hay flores y la ventana está cerrada, no percibimos su aroma. De la misma forma, las cosas-eventos que observamos no tocan nuestra mente, siempre que no nos apeguemos. En realidad, hablar de adentro y afuera es figurativo. Si vamos un poco más allá de la superficie, descubrimos que no hay ni adentro ni afuera.
Un filósofo, para explicarle la relación adentro-afuera a su hijita, le mostró una manzana. Señaló la superficie y le dijo, esto es afuera ¿correcto? y lo que está debajo de esto es adentro. Entonces tomó un cuchillo, cortó la manzana por la mitad y le dijo, lo que antes era adentro, ahora es afuera ¿ves? En realidad, todo ocurre en la percepción de nuestra mente. Apegarnos a las cosas-eventos, es como traer dentro de la habitación el paisaje que vemos por la ventana. La mente es como la habitación, los ojos la ventana. Observamos los pensamientos: surgen, pasan y se disuelven. Las cosas-eventos, también surgen, pasan y se disuelven. Si nos apegamos a las cosas agradables, cuando se disuelven eso nos causa dolor. Si nos apegamos a las cosas desagradables, mientras ocurren, eso nos causa dolor. Si contemplamos sin apegarnos, entonces podemos disfrutar de las cosas agradables como cuando miramos una puesta de sol. El sol comienza a bajar, las nubes se ponen rojas, el cielo toma colores de azul y púrupura. El sol, naranja intenso, después rojo y después se pone detrás del horizonte. Terminada la puesta de sol, nos vamos con el espíritu expandido, no corremos detrás del sol. El sol se va, nuestra alegría permanece.
Tomar té, delante de una ventana es una forma de meditación. Dejamos de lado todos los asuntos y preocupaciones mundanas. Silenciamos la mente, nos vinculamos con los amigos. Escuchamos el sonido del agua en el fuego, percibimos el sabor del té. Entonces, vemos el paisaje por la ventana, miramos percibiendo el aroma del té. Todo lo que queda es la mirada y la sonrisa.
18 may 2010
Adentro-Afuera
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