24 may 2010

Bosque y Equilibrio


Escuchar música es algo maravilloso. Nos transporta inmediatamente a otros mundos. Cada uno tiene su música favorita para distintas ocasiones. Pero lo que todas tienen en común, es transportarnos. Instantáneamente generan un clima y un estado de ánimo. Como cantar. El gran tenor irlandés Joseph Locke decía que cantaba siempre. Si estaba alegre lo hacía por estar alegre, y si estaba triste, para levantar el ánimo. Hay momentos el los que nos sentimos un poco encerrados. Aun si tenemos un buen jardín, a veces tenemos la sensación de encierro. Hace falta salir. Cambiar de aire. Llevar nuestra vista y oído a otro lugar. Ese lugar puede ser un bosque.

No es necesario que sea muy grande. Hasta una o dos hectáreas pueden ser suficientes. Lo que sí es relevante es que, una vez adentro, encontremos un lugar desde donde no se vea el exterior del bosque. En ese sitio, estamos en otro mundo. Si nos detenemos, nos sentamos, respiramos y miramos un poco alrededor, sentimos la sensación de que el tiempo y el espacio desaparecieron. Eso es exactamente lo que buscamos. Cuando no hay tiempo ¿cómo podemos sentir necesidad de apresurarnos? el sentimiento de estar corridos por el tiempo se desvanece, como las nieblas de la mañana cuando sale el sol. Un minuto se transforma en un mes, una hora en un año. Como en el poema de William Blake, tenemos el infinito en la palma de la mano, y la eternidad en una hora.

Algunas personas pueden tener temor de aburrirse al estar en un bosque. Sin embargo ¿se aburrirían mirando una película, leyendo un libro o revista, escuchando música? Sentarse y contemplar el bosque es como mirar una película y escuchar música. Pasaron más de sesenta años desde que John Cage enseñó a todo el mundo que la música está presente en todas partes. Todo lo que tenemos que hacer en el bosque es caminar un rato, hasta que encontramos un lugar que nos invita a quedarnos. Allí es donde nos podemos sentar, mirar, escuchar, pensar y no pensar. Cuando la mente se funde con el paisaje, no hay diferencia entre el paisaje y nosotros. Somos el paisaje, lleno de serenidad y armonía. Libres de apresuramientos, inquietudes o ansiedades.

Si vamos por unas pocas horas, podemos ir sin llevar nada. Pero sin embargo, no está demás llevar algunas cosas. Tal vez un libro que queremos leer tranquilo. Es muy probable que una vez en el bosque no queramos leerlo. Pero sabemos que está ahí. Si vamos a pasar el día, o medio día, un almuerzo o una merienda entran en una mochila pequeña, o en un bolso. Estar en la naturaleza, donde no hay nada controlado por los humanos, nos ubica en el lugar correcto que ocupamos en este mundo. Estar en el bosque es una ayuda valiosa para encontrar el punto de equilibrio. El que encontramos es nuestro propio equilibrio interno.

En el bosque, podemos tomar té. Un buen termo, lleno de el té que hayamos decidido tomar, y las tazas que hagan falta redondea el momento. No importa si la visita es larga o corta, porque salimos del tiempo común del reloj. Una vez en el bosque… volvemos a ser como niños.

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