10 may 2010

Rocas y Pinos


Todos sabemos que la vida en la ciudad es agotadora. Lo que hacemos es buscar la forma de mitigar lo agotadora que es. Escuchamos buena música, leemos buenos libros, miramos buenas películas. Nos involucramos en actividades culturales que nutran al espíritu. Nos reunimos con los amigos en la casa de té. Allí compartimos poesías, historias, leyendas… y tomamos té. Tomar té no consiste en simplemente beberlo. Cuando vamos a beber té nos desentendemos de todas las preocupaciones mundanas. Podría considerarse una forma de meditar sin meditar, una forma muy especial de meditación.

Una vez desentendidos de las preocupaciones mundanas, la atención se vuelca hacia el té y su preparación. Se calientan la tetera y las tazas con agua hirviendo. Después se pone un poco de té en un platito, y se sacan los pedazos de ramitas que pueda haber entre las hojas. Las ramitas le quitan buen sabor. Entonces se pone el agua —preferiblemente de montaña— al fuego. El agua es la clave. No sólo para preparar al té. Es clave para prepararnos a nosotros mismos. Preparar al té es prepararnos a nosotros. El vacío de la taza y la tetera es el vacío de nuestra mente. El fuego que calienta al agua es la calidez de nuestro corazón. Nosotros fluimos como el agua. La llevamos a la temperatura justa para hacer un buen té. Nos concentramos en el sonido del agua sobre el fuego. Charlamos, pero sobre la base de la atención en el agua.

Primero sólo se oye el sonido del fuego bajo la olla. Al calentarse, el agua suena como una suave brisa. Cuando está cerca de hervir, recuerda al viento entre los pinos. Ese es un momento supremo, en el que todos hacemos silencio para escuchar. Silencio en las palabras y silencio en la mente. Nuestros cuerpos físicos están en sentados a la mesa. Nuestros espíritus vuelan a bosques de pinos. Rocas pequeñas nos sirven de asientos, y contemplamos los grandes peñascos macizos mientras escuchamos la música del viento. Allí, el cuerpo se relaja, la mente se serena y el espíritu se nutre. Según los sabios, el secreto de la salud y la longevidad consiste en unir la esencia vital, el aliento y el espíritu. El agua está al punto justo, preparamos el té. Sentimos su aroma y después bebemos una taza tras otra. Olvidados del lugar, estamos listos para volver al mundo, sin apego al mundo. Contemplamos al mundo desde las rocas y los pinos.

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