6 may 2010

Naturalmente Imprescindible


Juanca miró la teterita, Tommy miró a Juanca.

— Es una teterita Yixing… ¿qué otra cosa esperabas en una casa de té como esta?

— Realmente, Tommy, es verdad, tendría que haber venido antes. Voy a estar más frecuentemente por aquí. No hay como parar con todas las actividades por un rato, y concentrarse en un buen té preparado en una buena tetera. Ya te conté lo mío… ¿qué hay de tu vida últimamente?

— “¡Buen té, por supuesto!” los dos amigos rieron en vos alta.

— Bueno… no sólo té. Estuve unas cuantas veces en una choza frente al océano, en un lugar poco habitado.

— ¿Un retiro?

— Si. Tenía que preparar unas actividades, y decidí hacer un retiro antes, para prepararlas bien. Fui a ese lugar. Casi no hay casas, solamente un bosquecito de pinos, médanos con siempreverdes y tamarindos, y el océano. Sin agua corriente ni gas en la choza. El baño afuera, a ochenta metros.

— ¡Casi una cueva!

— Casi. Esa fue la idea. El clima todavía era frío por las mañanas y las noches. Tuve que calentarme más adentro que lo que se puede calentar el lugar. Té, agua caliente y Qigong. Pero sólo temprano por las mañanas, y por la noche.

— ¿Qué tenías con vos?

— No mucho. Un par de libros, algunos sutras taoístas, cuaderno, pluma fuente y lápiz. Un equipo básico para cocinar y comer: calentador, olla, bowls, cuchara y palitos. También un teléfono móvil, que casi no usé.

— Prácticamente solo en la naturaleza. Nada de las comodidades de la vida urbana, ni siquiera las de una casa de campo. Pero ¿no la pasaste mal así?

— En la naturaleza, casi nada controlado por el hombre. Casi nada artificial, sólo lo artificial necesario para disfrutar de lo natural. Este es el punto importante. Hacía mucho tiempo que no la pasaba tan bien. Estando ahí, me di cuenta de todas las cosas innecesarias que tenemos. Buscamos la felicidad en un montón de objetos, en un montón de actividades que en realidad, nos traen más angustia y stress que la felicidad que decimos buscar. Mucha gente trabaja como loco para ganar un montón de plata, pierde su salud por eso, y después gasta la plata que ganó para recuperar su salud. Se esfuerzan hasta el cansancio para comprar tal o cual auto, tal o cual reloj, tal o cual ropa. Se angustian y estresan para conseguir eso. Y una vez que lo tienen… ¿qué hay de esa felicidad? ¿Cuánto dura?

— No mucho tiempo. Hasta el auto pasa de moda, la ropa también. La casa cara cuesta mucho mantenerla.

— Y todo eso, que debió haber traído felicidad, termina trayendo sufrimiento. Sin mencionar a los que buscan fama y poder.

— Que les traen inmensos sufrimientos.

— Exacto. Pero ahí en la choza, Juanca, sin otra música que la del océano, el viento entre los pinos y el canto de los pájaros, la serenidad no tiene límites. Y no hay felicidad sin serenidad. La serenidad misma ya es felicidad. No te estoy diciendo que no haya que tener comodidades. Pero no hay que dejarse llevar por la búsqueda de cosas que en realidad no necesitamos, y por eso, dejar de lado lo que es realmente imprescindible. Te aseguro que sentado a la mesa rústica, mirar el paisaje por la ventana de la choza de adobe, aún en un día nublado o lluvioso, es más satisfactorio que la televisión. Por las noches, en el lugar sin luces de mercurio, se ven tantas estrellas en el cielo como jamás imaginaste que pueda haber. Si hay tormenta, el sonido del viento y la lluvia hacen una música difícilmente igualable. Sin mencionar los colores de los amaneceres y las puestas de sol. El cielo y los médanos toman colores que nunca se pueden fotografiar haciéndoles suficiente honor. Todo eso, junto con la serenidad, provoca una inmensa expansión del espíritu… algo que el dinero no puede comprar.

— Es muy poético, pero ¿podés estar ahí para siempre?

— Por ahora no. Pero es bueno ir a lugares así con regularidad. Es una ayuda valiosa para no dejarnos atrapar por la locura de la vida moderna. Cuando volvemos, todo se ve de manera diferente. Los problemas parecen más pequeños, y descubrimos la felicidad en cosas que comunmente no apreciamos. Eso es la expansión del espíritu. Y cuando llega el día en que uno se retira… hay que pensar muy bien en eso. Para entonces se puede hacer un cambio de vida muy significativo. Y aún antes, es bueno tener muy claro cómo y en qué buscamos la felicidad.

— Como por ejemplo, en este preciso momento, la inmensa e incomparable felicidad poder tomar este buen té Oloong, preparado en una teterita Yixing junto a un buen amigo.

— ¡Y mirar el paisaje por la ventana!

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