30 may 2010

Los Buenos Viejos Tiempos


Nunca dejaremos de explorar
Y el final de toda nuestra exploración
Será arribar a donde comenzamos
Y conocer el lugar por primera vez
T.S. Elliot

Albert Einstein dijo: “Pon tus manos sobre una cocina caliente durante un minuto y parece una hora. Siéntate al lado de una chica linda durante una hora y parece un minuto. ESO es la relatividad”. Es una forma humorística de poner lo que Buddha Shakyamuni dijo acerca de la felicidad: “La felicidad no viene de lo que sucede, viene de lo que pensamos”. Generalmente pensamos sin ser conscientes de lo que pensamos. Pasamos delante de lugares pero no somos conscientes de lo que vemos. De la misma forma, las cosas-eventos suceden alrededor nuestro sin que seamos conscientes de eso. Estamos más involucrados con lo que queremos que suceda, y si sucede o no. Así, no nos damos cuenta de lo que pasa. Independientemente de nosotros, esas cosas-eventos se almacenan en alguna caja en nuestra memoria, y quedan allí, hasta que algo las trae de vuelta. Entonces las apreciamos desde otro punto de vista… y las recordamos como los viejos buenos tiempos. Lo interesante de los viejos buenos tiempos es que, no habíamos notado que esos días que recordamos ahora, eran tan buenos. Jack Kerouak advirtió esto cuando dijo que lo mejor de viajar es cuando se recuerdan los viajes. Mientras se viaja no se los disfruta tanto.

Cuando se acerca el invierno me empiezo a ocupar más de almacenar comida en casa. En el Noroeste del Pacífico, el invierno es invierno. A veces dan ganas de salir durante una tormenta de nieve. A veces uno prefiere quedarse en casa, disfrutar de la tormenta mirándola por la ventana, y dejar que los copos que caen den el ritmo de la contemplación.

Una vez, llegué a Oregon a fines del otoño, a una ciudad en la que no había estado antes. Mi hija y el entonces su novio se habían mudado allí. Una vez que instalado, empecé a explorar el lugar. Como todos éramos chicos nuevos en el vecindario, intercambiábamos los descubrimientos. Íbamos juntos a lugares, hacíamos compras juntos. Por supuesto, parte de las compras era… comida. Comida. Un maestro Zen chino dijo: “No hay como vestir ropas y comer comida. Aparte de eso no hay ni Buddhas ni Patriarcas”. No se si los Buddhas y Patriarcas estarán de acuerdo. Ni siquiera se si yo mismo lo estoy. Pero el invierno con comida es un invento maravilloso de la naturaleza, si va junto con una casa abrigadita, sin goteras y una ventana con buena vista.

Yo había descubierto un mercado de comida natural que no conocían ni mi hija ni el novio. Un lugar no solamente hermoso para ver. Buena comida orgánica, comida natural, buenos precios y gente con onda. Además de eso, a cinco o seis cuadras de casa ¿qué más se puede pedir? Fuimos a todos juntos a comprar algunas cosas que necesitábamos, incluyendo peperoni vegetariano. Ya estábamos en la cola para pagar y, cerca de la caja había un muestrario de tarjetas. Les di una mirada. Había algunas acerca de la guerra, de la paz, acerca del petróleo… de pronto vi una con cinco o seis palabras que encendieron una luz en lo hondo de mi corazón. La tarjeta decía “Estos son los Viejos Buenos Tiempos”. La levanté y dije: “Eh Tad… mirá esto”. Tad se dio vuelta, la vio y me miró con la sonrisa del que entiende. Puse la tarjeta en su lugar, y la frase en mi corazón.

Estos son los viejos buenos tiempos. Es uno de los grandes secretos de la vida. Tenemos tendencia a tomar la vida demasiado seriamente, y entonces no podemos apreciar sus sutilezas. Pero si nos detenemos por una fracción de segundo y la miramos desde ese instante inmóvil, en cierta forma damos un paso fuera del tiempo y el espacio. Como si estuviéramos mirando desde el futuro, y viendo todo en forma fresca, como si lo hiciéramos por primera vez.

La diferencia entre que estos sean o no los buenos viejos tiempos, depende, en gran parte, de nuestra capacidad interna de darnos cuenta. Eso es lo que nos permite vivir el momento presente de modo tal que se convierte en los buenos viejos tiempos. Siempre se lo va a recordar así. En las palabras de Buddha Shakyamuni: “La felicidad no viene de lo que sucede viene de lo que pensamos”. O si se lo quiere decir de manera más humorística, podemos recordar a Einstein: “Pon tus manos sobre una cocina caliente durante un minuto y parece una hora. Siéntate al lado de una chica linda durante una hora y parece un minuto”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Bob, me encato.
Maria